David Pearce quiere poner fin a los padecimientos humanos. Su manifiesto "El imperativo hedonista" promete un futuro en el que los seres humanos vivirán en una situación superhedónica de funcionamiento superior, exentos de dolores y ansiedades. Para Pearce, el gran cambio hacia una sociedad hedónica se producirá gracias a la intervención genética; "La terapia genética apuntará tanto a las células somáticas como, más previsiblemente aún, a las líneas germinales. Si se aplica ingeniosamente, una combinación del incremento celular del sistema de dopamina mesolímbico, el reforzamiento selectivo de la función metabólica de los subtipos intracelulares clave de las vías serotogénicas y opioidérgicas, y la discapacitación de varios procesos de retroalimentación inhibidores compensatorios, establecerán la arquitectura biomolecular necesaria para una transición importante en la evolución humana..."La adopción intelectual por Pearce de una ingeniería paradisíaca lo sitúa en la cúspide de un movimiento filosófico moderno que se aparta del fatalismo darwiniano y mira hacia un futuro post-darwiniano en el que los seres humanos quedarán liberados de las cínicas cadenas de la expresión genética y de la selección natural. En un futuro post-darwiniano, en el que la tecnología nos dará el poder de vivir como elijamos, ¿cómo elegiremos vivir? Según Pearce, al fin y a la postre, sencillamente elegiremos ser felices.
Escritor prolífico que reconoce que escribe usando un solo dedo, Pearce es un hombre reservado, con una sensibilidad precisa y delicada. Como vegetariano de tercera generación y activista a favor de los derechos de los animales, parece alguien que nunca haría daño a una mosca, y que incluso se desvivirá para conseguir que la mosca lo esté pasando bien. Su profundo conocimiento de la teoría cognitiva, de la farmacología de diseño y de la ingeniería genética lo convierten en el candidato perfecto para el personaje del gran villano de un libro de historietas, pero sus intenciones son las de un bodhisattva viviente. Y aunque Pearce es capaz de escribir largo y tendido sobre su filosofía y sobre el futuro de la raza humana, es muy reservado y defensivo cuando tiene que hablar de sí mismo. Se tiene la impresión de que su genio y su pasión por eliminar el sufrimiento proceden de algún rincón de profunda tristeza personal; pero si así fuese, no lo desvela. La angustia de David Pearce, el hombre, no tiene importancia. Pero las palabras de David Pearce, el filósofo, hacen que sea lo más parecido a nuestro Buda del siglo XXI.
h+: Su filosofía de poner fin al sufrimiento recuerda las metas de Buda. ¿Qué lo ha incitado a llevar la filosofía de Buda a su interpretación más extrema?
"Que todo lo que tenga vida sea librado de padecimientos", dijo Buda Gautama. Pero, ¿es científicamente factible?
En mi adolescencia leí The Selfish Gene (El gen egoísta). El sufrimiento sólo existe porque ayuda a nuestro ADN a difundir más copias de sí mismo. También tropecé con los estudios con electrodos de Olds y Milner, sobre los centros de recompensa del cerebro. Singularmente, la experiencia del placer puro no muestra acostumbramiento fisiológico: esta es una clave importante. Sin embargo, no parece sociológicamente factible que toda una civilización esté basada en la autoestimulación cerebral; esta posibilidad sólo parece atractiva para las personas gravemente deprimidas. Solamente se me han ocurrido como viables otras dos opciones: la farmacología y la ingeniería genética. Los fármacos diseñados racionalmente son una alternativa más inteligente que el cableado cerebral (wireheading): son versiones mejores que el soma de Huxley, que brindan un enriquecimiento de la vida, en vez del escapismo. Desgraciadamente, es difícil imaginar que las drogas terapéuticas puedan abolir totalmente el dolor físico y mental, a menos que estemos dispuestos a medicar a nuestros hijos desde su nacimiento. En cambio, la terapia genética de las líneas germinales potencialmente podría aportar una curación. Debería ser posible realizar algo más que erradicar determinadas "selecciones", por ejemplo, nuestra predisposición a sentir celos. El estudio de la genética de los trastornos del ánimo me ha convencido de que podríamos "revisar y corregir" nuestro código fuente para recalibrar la tendencia a la estabilidad hedónica ("hedonic treadmill"). En principio, la medicina post-genómica puede modificar genéticamente nuestro "punto de ajuste hedónico", para que podamos disfrutar de una salud mental vitalicia basada en gradientes de felicidad inteligente. Puede surgir un nuevo sistema de motivación. De forma más práctica, la inminente revolución reproductiva de bebés de diseño probablemente ejercerá una enorme presión a favor de los genotipos "felices".
Sin embargo, ¿qué sucede con la triste situación de los animales no humanos? El sufrimiento de nuestros compañeros vertebrados es a veces horripilante. Hasta que leí Engines of Creation (Motores de la creación), el libro clásico de la nanotecnología, de Eric Drexler, no conseguía imaginar la manera en que se podría extender el proyecto abolicionista hasta los más alejados confines del mundo viviente. Las crueldades de la cadena alimentaria parecían ser hechos inmutables de la Naturaleza. No obstante, con seriedad moral, es técnicamente factible rediseñar la biosfera. El proyecto abolicionista comporta el rediseño del ecosistema, la contracepción "de depósito" o implante, nanobots en los océanos, la reescritura del genoma de los vertebrados, la "reprogramación" de los predadores en nuestros parques de animales salvajes, y el aprovechamiento del crecimiento exponencial de los recursos informáticos para poder gestionar ecosistemas enteros. Inicialmente, supuse que este rediseño compasivo requeriría miles de años. Si es válido algo parecido a la Ley de rendimientos acelerados de Kurzweil, el proyecto se podría materializar en pocos siglos, o incluso menos.
Nada de lo anterior significa que alguna vez vaya a existir un mundo sin crueldad. Lo que se tiene por futurología, frecuentemente es una mezcla de autobiografía disfrazada y cumplimiento de deseos fantasiosos. Tal vez decidamos perpetuar indefinidamente la biología del sufrimiento. Después de todo, nuestro sesgo hacia el status quo nos dice que el sufrimiento es "natural". Sin embargo, la razón más fuerte para pensar que gradualmente eliminaremos el sufrimiento es que se está reduciendo nuestra complicidad en su persistencia, y que (lentamente) aumenta nuestra capacidad de sentir empatía hacia otros seres sintientes. Tradicionalmente, la experiencia del dolor, la ansiedad y el malestar han sido parte inexorable de la vida. Hacia finales de este siglo, el sufrimiento será algo que podremos elegir o rechazar. Si pudiéramos preseleccionar el nivel medio de bienestar durante toda su vida de un futuro descendiente, ¿á qué "punto de ajuste" hedónico giraríamos la "esfera de ajuste" genético de nuestros hijos? ¿A depresivo, feliz o superfeliz? Si pudiéramos determinar el grado de sufrimiento que existe en nuestros parques de animales salvajes, ¿optaríamos por dejar que los animales mueran de sed o sean comidos vivos? Si pudiéramos decidir comer carne de animales sacrificados procedentes de fábricas de ganado, o bien carne artificial deliciosa y más sana, ¿elegiríamos la alternativa cruel o la exenta de crueldad?
Lógicamente, las metas de los transhumanistas son más ambiciosas que la eliminación del sufrimiento. Yo predigo que nuestros descendientes superinteligentes serán permanentemente impulsados durante toda su vida cuasi-inmortal por niveles de felicidad órdenes de magnitud superiores a las máximas vivencias actuales. Pero la eliminación de todo sufrimiento (involuntario) me parece que será la base de cualquier civilización futura. No puedo imaginar que exista nada moralmente más urgente.
h+: Crecer y volverse adulto fue el padecimiento más intenso que tuvo que soportar: si pudiera, ¿borraría retroactivamente el trauma de esos recuerdos?
La tristeza puede ser muy personal. Por eso seré aburrido y no diré nada. Lo siento. Sólo diré que creo que en el futuro se borrarán selectivamente todos los malos recuerdos, o al menos se harán inofensivos después de haber extraído las lecciones útiles. En realidad, creo que los recuerdos mediocres también se podrán borrar, incluyendo todo lo procedente de la era darwiniana. Dentro de algnos siglos, los recuerdos de las vivencias cumbre actuales parecerán insustanciales comparados con la textura vital cotidiana. Las mejoradas técnicas de escaneado neuronal pronto nos permitirán identificar la o las signaturas moleculares de la dicha pura y "sobreexpresar" sus sustratos. Los investigadores neurólogos ya apuntan a los dos "puntos clave hedónicos", del tamaño de un milímetro cúbico, situados en el Pallidum ventral y en el Núcleo accumbens del cerebro de roedores. Los centros hedónicos equivalentes de los seres humanos pueden tener un volumen de hasta un centímetro cúbico. Sospecho que contienen el perfil de expresión genética de lo que hace que la vida parezca merecedora de ser vivida. Si así fuere, hay margen para el refinamiento y la ampliación de la inteligencia. Nuestras más atroces emociones darwinianas se pueden abolir. Entonces podremos vivir vidas que realmente valdrá la pena recordar.
h+: La meta del cese del dolor y del sufrimiento, ¿no es algo debilucha? Tal vez cada organismo deba ser lo suficientemente resistente como para soportar algo de dolor y de sufrimiento durante una vida normal.
Intuitivamente, es cierto que podríamos suponer que una felicidad vitalicia nos hará más débiles. Comparemos, por ejemplo, los Eloi con los Morlocks en La máquina del tiempo de H.G. Wells. Pero, en la práctica, lo cierto es lo contrario. "Lo que no me aplasta me hace más fuerte", dijo Nietzsche; pero la mejor manera de hacernos más fuertes, sin llegar a convertirnos en cyborgs es amplificar nuestros circuitos de placer y fortalecer nuestra capacidad de prever gratificaciones. Se puede demostrar experimentalmente que el refuerzo de la función dopamínica mesolímbica no sólo nos hace más felices: también enriquece la fuerza de voluntad y la motivación. Los nuevos antidepresivos se ensayan del modo siguiente: si son eficaces, invierten el sentido de la impotencia aprendida y la desesperación de comportamiento de la depresión clínica, que hoy es la triste situación de millones de personas en el mundo. Lamentablemente, estar bajo de ánimo está vinculado con la debilidad psicológica y física, tal como afirman los estereotipos populares. La superfelicidad confiere una resistencia superhumana. Así pues, el enriquecimiento de nuestros circuitos de recompensa promete realzar nuestra capacidad para hacer frente al estrés y a las adversidades, aunque se reduzcan su frecuencia y su gravedad. La biotecnología puede darnos los poderes de un superhombre, no en el sentido cruel del Übermensch de Nietzsche, ya que nuestra aumentada capacidad empática se puede extender a todos los seres sintientes, sino en el sentido de una indomable fuerza de la mente. Tristemente, hoy existen millones de personas que se sienten aplastadas por la vida.
h+: ¿Qué pensaría Buda sobre el uso de técnicas como los fármacos o la ingeniería genética como medios para hacer cesar el sufrimiento humano?
No es fácil reconstruir la psicología de un tipo que ha estado muerto durante 2.500 años. Pero claramente lo que interesaba a Buda Gautama era encontrar las técnicas más eficaces para poner fin al sufrimiento, no transmitir alguna verdad divina. El budismo no es una religión revelada. Al parecer, Buda Gautama era pragmático: probemos lo que funciona. Si conociera la biotecnología moderna, dudo que fuera a insistir en que pasemos por el trauma de reencarnarnos miles de veces. Creo que adoptaría la medicina genética como un valioso regalo, y nos instaría a que ampliemos su utilización para conseguir el bienestar de todos los seres sintientes, no sólo el nuestro.
h+: Ya somos capaces de alterar la conciencia de manera tan radical, que una persona en la miseria se pueda sentir continuamente dichosa. Pero, cada vez que un gurú intenta hacer felices a personas que sufren, se produce una violenta reacción pública. Tal vez sea por un miedo legítimo, o simplemente que, por naturaleza, sospechamos de cualquier técnica que permita a la gente escapar de su situación miserable.
Qué preferiría Usted: ¿Sentirse lúgubre viviendo en un palacio, o feliz en una choza de barro? Suprimiendo las causas biológicas del padecer se eliminan las raíces mismas del sufrimiento. En cambio, los factores medioambientales que desencadenan el sufrimiento mental generalmente son sintomáticos, y las soluciones ambientales sólo son provisionales: son importantes, pero de corta duración, porque nuestra tendencia a la estabilidad hedónica subsiste. Habitualmente, los remedios de comportamiento cognitivo y social involucran a expertos (o, peor aún, gurús) que nos dicen cómo debemos conducir nuestras vidas. Cuando una persona padece de una enfermedad o un dolor físico, quiere que se la cure; no que un sedicente experto la aconseje sobre cómo debe conducir su vida libre del dolor. Pienso que lo mismo sucede para la depresión, los trastornos de ansiedad y otras formas de aflicciones psicológicas. Sea como fuere, conviene distinguir entre ser feliz y estar "embriagado de placer": el bienestar funcional o una permanente euforia eretista. Como Usted sugiere, ya ahora podemos embriagarnos brutalmente de placer diseñando algo análogo al cóctel de Brompton, esa mezcla de heroína, cocaína y alcohol que en un tiempo usaban los médicos ingleses para embellecer la muerte de los enfermos terminales. Pero esos euforizantes no sirven para un bienestar sostenible: un bienestar socialmente responsable e intelectualmente productivo que permita criar hijos y que soporte una estructura narrativa para nuestras vidas. En cambio, la recalibración genética de la tendencia a la estabilidad hedónica puede mantener intacto todo lo que vale la pena preservar de nuestra actual arquitectura de preferencias. En ese sentido, no se debe interpretar un innovador enriquecimiento del ánimo como alternativa a concepciones más convencionales de nuestro futuro (post-)humano. Más bien, las complementa. Independientemente de la forma que adopte una concepción personal de la buena vida (o incluso del paraíso), el enriquecimiento del ánimo la puede mejorar. Admito que estoy restando importancia a la trascendencia de la transición hedónica en perspectiva. Igual que el mundo de los deprimidos es inimaginablemente diferente del mundo de los felices, el mundo de los superfelices podrá ser inimaginablemente diferente del nuestro. Es una conjetura para la que me gustaría hacer un ensayo empírico.
h+: Usted es un militante de los derechos de los animales y un veganista. ¿Cuál es su fuente de proteínas preferida, y qué piensa sobre el modo en que se deberían aportar las proteínas en el futuro?
El Premio Nóbel judío Isaac Bashevis Singer describió la vida de los animales criados en fábricas como "una eterna Treblinka": un mundo de campos de concentración, campos de exterminio y asesinato en masa industrializado. Si nos desprendemos de nuestro arraigado sesgo antropocéntrico, veremos que lo que hacemos a otros seres sintientes es una barbaridad. Los animales no humanos que criamos en fábricas y que matamos son funcionalmente muy similares a los bebés y los niños pequeños humanos. Los bebés y niños pequeños necesitan que se los cuide, no ser dejados en libertad; y lo mismo se aplica a otras criaturas sintientes, tanto las domesticadas como las que viven en la Naturaleza. Por ser la especie superior, tenemos el deber de atender a los seres inferiores, igual que tenemos el deber de atender a los seres humanos vulnerables y discapacitados. A medida que madure nuestro dominio de la tecnología, pienso que necesitamos construir, a escala mundial, para todas las especies, algo análogo al estado del bienestar.
La lucha contra una gran maldad justifica los sacrificios personales heroicos. Ser veganista comporta pequeñas incomodidades personales, aunque admito que es más fácil si uno es un vegetariano de tercera generación. Brighton, que es donde vivo en Inglaterra, tiene algunos de los mejores restaurantes vegetarianos o veganistas de Europa. También hay muchas deliciosas recetas veganistas en Internet. Por desgracia yo no sé cocinar, por lo que no puedo dar consejos culinarios a los lectores de H+. Sólo sé rociar un concentrado de proteína de guisantes sobre una ensalada de judías.
Provisionalmente, predigo que dentro de un siglo y más adelante, social o legalmente, la carne "natural" no será más aceptable que una dieta basada en carne humana. La mayoría de quienes gustan de ella podrán, por ejemplo, comer churrascos gourmet hechos in vitro, carne artificial cuya textura y sabor serán más ricos que la carne de nuestros primos animales masacrados. Los alimentos artificiales de diseño genético, con ese nombre, no parecen ser algo apetitoso. Sin embargo, con un etiquetado y comercialización adecuados de la "carne vegetariana", nadie elegirá la alternativa sangrienta si dispone de productos más baratos y más sabrosos que no son el resultado de crueldades. Es cierto que la carne cultivada no es "natural". Tampoco lo es la de los animales criados en factorías. Evidentemente, es difícil calcular el tiempo que requerirá un cambio a una dieta civilizada a escala mundial. Actualmente, los investigadores de tejidos no consiguen cultivar nada con más sabor que la carne picada. Sin embargo, en teoría la humanidad podría realizar la transición al veganismo hacia mediados de este siglo, a medida que se acelere el cambio a una producción en cantidad de carne artificial más barata y más sana. Soy lo suficientemente cínico como para creer que el aspecto del coste será crítico; pero también creo, tal vez ingenuamente, que la sensibilización moral puede tener un papel, pequeño pero significativo. Por suerte, la técnica probablemente permitirá aumentar la escala de producción. Por ahora, si alguien quiere ayudar a acelerar la transición global hacia una dieta sin crueldades, tal vez desee apoyar a New Harvest [http://www.new-harvest.org], la primera organización de investigación sin ánimo de lucro del mundo que trabaja para desarrollar la carne artificial.
h+: Para algunas personas, el dolor es su forma más intensa de placer, y en un mundo sin sufrimientos el dolor puede convertirse en el máximo tabú de los diseñadores. Si abolimos el sufrimiento, ¿no corremos el riesgo de "recalificarlo" accidentalmente como algo deseable y de moda?
Los masoquistas no disfrutan del dolor bruto que se siente al pillarse los dedos con una puerta, no más que Usted o yo. Sin embargo, ciertas formas ritualizadas de comportamiento dominante y de sumisión pueden activar la liberación endógena de opioides que son sumamente placenteros. En el futuro, los masoquistas, y otros que gustan de tales actividades "dolorosas", podrán enriquecer la calidad de sus vivencias borrando los trozos desagradables y realzando los más gratificantes. No es necesario perder nada que tenga valor. Normalmente no me ocupo en los modos de sensualismo post-humano, porque no quiero correr el riesgo de socavar la seriedad moral del proyecto abolicionista. Por si sirve de algo, pienso que la sexualidad en el futuro hará que el más salvaje erotismo actual nos parezca una leve estimulación erótica previa.
Si hubiera un suelo de felicidad limitado genéticamente, debajo del cual nadie puede caer "naturalmente", tal vez habrá post-humanos curiosos que sientan la tentación de echar una mirada debajo de las tablas de ese suelo, para probar cómo vivían sus antepasados. Quizás. No se puede excluir la tentación de la fruta prohibida. Pero si alguien lo intenta, verá que, en comparación, la vida darwiniana es inmunda o aburrida. No me imagino que repitan la experiencia. Será más gratificante explorar los escalones superiores de la neuroquímica celestial. ¿Para qué visitar las sórdidas profundidades? Posiblemente nuestros descendientes sólo comprenderán por analogía la vida de sus antepasados. Así, algunos aspectos de la vida posthumana tal vez sean meramente maravillosos en vez de sublimes. Si el futuro es animado por gradientes de felicidad portadores de información, tal vez pensarán que sus antepasados vivieron bastante más al "sur", metafóricamente, que sus más bajos modos de felicidad, el equivalente posthumano de "la noche oscura del alma". De igual manera, hoy nos imaginamos qué significa padecer de depresión clínica, y pensamos que estar deprimido es como estar triste, pero más. Eso de cierta manera es verdad, pero padecer una fuerte depresión es cualitativamente mucho peor que simplemente estar triste. Igualmente, ser posthumanamente superfeliz será sobrepasar el ser feliz en una medida que escapa a la comprensión humana.
h+: ¿Piensa Usted que la calidad de la expresión artística y cultural se reducirá a medida que nuestro léxico emocional se aparte de los tonos de sombra del sufrimiento para pasar a los tonos del bienestar? ¿Cómo mantendremos la percepción del drama en un mundo cada vez más feliz?
Creo que la expresión artística pronto saldrá de la Edad de las Tinieblas. Apenas hemos vislumbrado la variedad de las expresiones culturales y la apreciación cultural factibles en la biología posthumana. Tradicionalmente, la producción de grandes obras de arte ha estado ligada al sufrimiento. La reacción de su audiencia menos exigente tiende a casar con sus orígenes dolorosos. Para los filistinos, la mayor parte de la "alta cultura" que se supone que apreciamos es aburridísima. Esta desafortunada respuesta se puede superar mediante el realce neuronal. Pensemos en la belleza estética. Los rápidos avances de la técnica del escaneado cerebral pronto nos permitirán identificar la o las signaturas moleculares de la belleza sublime y "sobreexpresar" sus sustratos, despojándolos de lo no esencial y amplificando su esencia molecular. La belleza sobrecogedora puede servir de telón de fondo de nuestras vidas, o empaparlas con su misma textura. Podemos elevar nuestro "punto de ajuste estético", por decirlo de alguna manera. ¿Por qué no habríamos de ver "un mundo en un grano de arena, y un cielo en una flor silvestre", como los místicos? El viejo léxico de la fealdad y el sufrimiento será de verdad superfluo si enriquecemos biológicamente tanto nuestra gama estética como nuestro tono hedónico. Sin embargo, se puede incrementar la diversidad artística. También se pueden abrir espacios-estados totalmente nuevos de belleza, que requerirán nuevos y correspondientes términos primitivos y modos de expresión cultural. Si se nos persuadiera de que la belleza sólo depende del cristal con que se mire, entonces podríamos construir un mundo en el que todo, sin excepción, se perciba como hermoso. Pero la belleza solamente es una opción. Como alternativa, la retención de gradientes portadores de información de apreciación estética podría permitir preservar el discernimiento crítico en las artes, o reforzarlo.
¿Y qué sucede con el drama de la vida real? Tal vez un motivo del poco entusiasta interés de los críticos por la idea de un paraíso posthumano es que esta perspectiva, tal como se ha descrito, puede parecer monótona. ¿Qué haremos durante todo el día? Yo me centro en derrotar al sufrimiento; pero muchas personas de hoy, más que abatidas, están aburridas. Si, es verdad, en algunos escenarios nuestros descendientes habitarán un mundo dichosamente sereno. Pero en otros escenarios la vida posthumana será estimulante y jubilosa, mucho más dramática que cualquier cosa hoy imaginable o fisiológicamente factible. Por ejemplo, el software de realidad virtual de inmersión hiper-auténtica puede aportar entretenimientos sin precedente. Habitualmente, los estímulos "supernormales" mejores que los reales son más emocionantes que sus homólogos de la vida real, lo que invierte las connotaciones de los términos "real" y "virtual". Si se quiere compartir una noche con Miss Universo o pasar un día en el Coliseo Romano, o bien se prefiere estar presente el día en que fueron aniquilados la mayoría de los dinosaurios, simplemente habrá que seleccionar la palabra clave y sumergirse en ese mundo virtual. Sin duda el sensacionalismo brutal será una opción del menú, pero el bienestar invencible tiene una faceta intelectualmente seria. En lo que a mí respecta, me gustaría explorar en profundidad la psicodelia. No me atrevo a hacerlo ahora porque la psicodelia puede ser demasiado dramática. Para hacerle frente es necesario ser psicológicamente muy fuerte.
h+: Podría argumentar que el occidente industrializado ya está insensibilizado ante el sufrimiento mundial y se centra demasiado en la felicidad continua. ¿Es esto un progreso?
Muchas personas buscan hoy un estilo de vida hedonista. Pero es un hedonismo incompetente. Un estilo de vida que busca el placer sólo pone en marcha los mecanismos de retroalimentación negativa de la tendencia a la estabilidad hedónica, con lo que no estaremos mejor que antes. De hecho, hay muy pocas pruebas neurocientíficas de que los humanos contemporáneos seamos significativamente más felices que nuestros antepasados cazadores y recolectores, o que los Neandertales: triste crítica del progreso humano alcanzado hasta la fecha. Los índices objetivos de aflicción psicológica, tales como las tasas de suicidios en las sociedades post-industriales, comparadas con las de las tribus de cazadores-recolectores, confirman esta sombría conclusión. Igualmente, la prevalencia de la depresión y de los trastornos por ansiedad en muchas naciones occidentales es mayor que en el Tercer Mundo. Ciertamente, es preferible vivir, por ejemplo, en Suecia y no en Zimbabue. Pero los estudios internacionales sobre la percepción de la felicidad propia muestran una y otra vez que, por ejemplo, Nigeria está entre los mejores; pienso que se puede presuponer con seguridad que esto tiene poco que ver con la abundante riqueza que tantos corresponsales nigerianos ansían compartir con nosotros. Lógicamente, los bioconservadores citan estadísticas de este tipo como razones para descartar el potencial liberador de la tecnología. Este pesimismo respecto al progreso tecnológico es prematuro. El inminente dominio propio de nuestros circuitos de gratificación puede transformar nuestra propia calidad de vida y las vidas de todos los demás seres sintientes. Pienso que esta transformación será un punto de inflexión fundamental en la evolución de la vida sobre la tierra.
h+: Se podría definir a los ricos ociosos como una categoría de personas que se han librado del sufrimiento mediante el lujo, las drogas y las modificaciones quirúrgicas. ¿Cómo emularemos este modelo hedónico sin convertirnos en imbéciles totales?
Mi simpatía visceral está con los que tienen menos posibilidades. Pero muchos de los ricos ociosos necesitan la misma ayuda que los pobres trabajadores. Las rupturas matrimoniales, los celos, la angustia, la depresión, el amor no correspondido, el alcoholismo y el miedo existencial pueden atormentar las vidas de los ricos igual que las de los pobres. Afortunadamente, la medicina postgenómica debería poner a disposición de todos, no sólo de una élite mundial, circuitos de gratificación de máxima eficiencia. Incluso en un mundo de abundancia impulsada por la nanotecnología, siempre habrá algunas cosas escasas, por ejemplo, lo que los economistas llaman los "bienes posicionales". Los sustratos biológicos de la felicidad vitalicia no necesariamente estarán entre ellos. La felicidad no debe estar subordinada al dinero ni estar racionada. Es más difícil hacer conjeturas informadas sobre la manera en que se expresará dicha felicidad en el comportamiento. Aquí entramos más en el terreno de las suposiciones cultas. No obstante, la nueva biotecnología nos debería permitir elegir los parámetros de nuestra propia personalidad, así como nuestro punto de ajuste hedónico. Posiblemente, estas elecciones incluirán la predisposición a ser egocéntrico o piadoso. Hoy todos a veces nos comportamos mal. Algunos de nosotros luego nos recriminamos por ello, en vez de culpar a nuestro espantoso genoma darwiniano. Pero las tecnologías de mejora del mañana nos han de permitir convertirnos en versiones idealizadas de los seres que más nos gustaría ser. Podremos hacerlo aumentando al máximo la gratificación por las actividades que más valoramos, y suprimiendo el placer que nos causa la expresión de nuestros apetitos más básicos. Por ejemplo, si queremos ser más amables, podremos amplificar selectivamente las recompensas neurales por ayudar a otros a fin de obtener la máxima alegría por ser compulsivamente piadosos. Subrayo que no predigo en absoluto que esto vaya a suceder. El motivo por el que pienso que la humanidad se librará del sufrimiento es que la tecnología terminará haciendo que su abolición sea algo muy fácil, no porque todos vayamos a convertirnos en ángeles. Existen muchos escollos en el camino a la santidad pura. Pero es una opción.
h+: Usted usa la consciencia del MDMA ("éxtasis") como patrón de referencia para la dicha y la empatía. Pero igual que la intoxicación con alcohol, he visto que las personas bajo la influencia del MDMA son muy desdeñosas para con la gente que tiene problemas reales, al tiempo que creen que son empáticos y compasivos. ¿No se podría pensar que "ser demasiado feliz" ante los problemas reales es una forma de superficialidad o una vana ilusión?
En una era madura de la medicina postgenómica, tomar MDMA será muy poco mejor que inhalar pegamentos. Pero los "empatógenos" como el MDMA nos recuerdan que no todos los agentes euforizantes provocan comportamientos egoístas. Éticamente, es (posiblemente) preferible buscar una mayor empatía, y fracasar a veces, que no preocuparse en absoluto de buscar la empatía. La intensidad de la liberación emocional inducida por el MDMA también contrasta con la superficialidad inducida por los "anestesiantes psíquicos" tales como los mal llamados antidepresivos SSRI (Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina). Pero Usted tiene razón al señalar que las gafas color de rosa de quienes usan el "éxtasis" no garantizan la agudeza visual ni la exactitud de la percepción social. La "penicilina del alma" no es ningún arma mágica. Estar "amoroso" es bueno para estar en comunión con otros usuarios que están "amorosos"; pero no es una receta par resolver los problemas más profundos de los no consumidores, ni lo que nos traerá la vida el lunes por la mañana. Aunque se puedan desarrollar empatógenos seguros y sostenibles, la pura compasión no curará el cáncer, no resolverá la crisis del SIDA ni invertirá los estragos del envejecimiento. Estos problemas médicos complejos y multifacéticos requieren una rigurosa investigación científica. Al decir esto no minusvaloro el efecto "mágico" del MDMA. En un mundo mejor, las gafas color de rosa inducidas por estados similares al del MDMA pueden ser socialmente igual de perceptivas que el duro "realismo depresivo" de los cínicos actuales. Hasta entonces, para un mundo darwiniano, es prudente mantener una conciencia darwiniana.
h+: Aparte de usar el MDMA como modelo de conciencia a emular, ¿qué papel piensa que tienen los agentes psicodélicos como la LSD (dietilamida del ácido lisérgico), o la DMT (dimetiltriptamina), o la Salvinorina A para la evolución de la conciencia humana?
Es difícil sobreestimar la importancia cognitiva de los principales agentes psicodélicos para el futuro del mundo sintiente. Pero también es difícil decir por qué estos agentes pueden ser herramientas de investigación valiosas para los académicos que nunca los han probado. Conozco a distinguidos filósofos de la mente (y transhumanistas), ingenuos en cuanto a drogas, que están convencidos de que los psicodélicos no pueden ser significativos, y sería irresponsable instarlos a que hagan la prueba de la validez de sus suposiciones. Tal vez lo más que puedo hacer es ofrecer una analogía. Imaginemos a una tribu ultra-inteligente de extraterrestres congénitamente ciegos. Su ignorancia de la visión y de los conceptos visuales no está explícitamente representada en su esquema conceptual. Para los individuos de esta especie hipotética, las experiencias visuales no comportarían información, igual que tampoco la tendrían para nosotros las experiencias de localización mediante el eco, como las de los murciélagos. Nunca se ha recurrido a tales clases de experiencias para que tengan una función sensorial o de señalización. Sea como fuere, en algún momento de la historia de esa especie imaginaria, uno de los miembros de la tribu descubre una droga que altera su neuroquímica. Esa droga no sólo distorsiona sus sentidos normales y su percepción del yo. Desencadena lo que llamaríamos experiencias visuales: vívidas, de textura caótica y más extrañas de lo que jamás podía haber imaginado el drogado. ¿Qué hace el sujeto intoxicado con la droga para comunicar a la élite científica de la tribu sus inquietantes nuevas categorías de experiencias? Si simplemente dice que las experiencias son "inefables", los escépticos se burlarán de ese misticismo y oscurantismo. Si habla metafóricamente, y se expresa usando palabras del esquema conceptual enraizado en la modalidad sensorial dominante de su especie, probablemente balbucirá sinsensateces delirantes. Tal vez comience a hablar de mensajes de los dioses, o de quien sea. Críticamente, al usuario de la droga le faltan los términos primitivos necesarios para comunicar sus experiencias, y mucho más el conocimiento teórico sobre lo que está sucediendo. Quizás intente construir un rudimentario lenguaje privado. Pero sus términos carecen de "criterios de uso" públicos, de modo que los filósofos cuasi-wittgensteinianos de su tribu invocarán el "(Anti-) Argumento de los Lenguajes Privados" para explicar por qué no tiene sentido. Comprensiblemente, la élite del conocimiento quedará poco convencida por las afirmaciones del perturbado por la droga de que ha hecho un descubrimiento importante. Podrán modelar exhaustivamente el modelo de comportamiento de la sustancia del mundo físico con las ecuaciones de sus teorías científicas, y sus modelos de la mente formales serán adecuados desde el punto de vista informático. El que toma la droga parece un psicótico. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, podemos decir que el psiconauta alienígena ciertamente ha tropezado con un descubrimiento sustancial, aunque casi no ha vislumbrado sus implicaciones: los materiales en bruto de lo que nosotros llamaríamos el mundo visual en todo su esplendor.
Sea como fuere, me inquieta que nuestros propios aprietos se parezcan de modo más extremo al orgullo desmedido de los super-racionalistas ciegos que acabo de describir. De hecho, intelectualmente, me inquieta bastante más mi ignorancia de otros modos de existencia consciente que mis sesgos cognitivos o deficiencias de razonamiento dentro de la conciencia despierta ordinaria. Ciertamente, me encantaría conocer la ecuación maestra de una teoría de los campos unificada. Más aún me encantaría saber cómo es el habitar un mundo de localización por el eco, como un murciélago, y comprender lo indescriptiblemente extraño de la LSD, la DMT o la Salvia. Se desprende que los estados de conciencia ordinaria despierta o durmiente, sólo son dos de los numerosos ámbitos del sentir, total o parcialmente inconmensurables. Lo que llamamos conciencia despierta indudablemente fue una adaptación fortalecedora de la adecuación al entorno ancestral de la selección natural. Pero sólo ocupa una minúscula fracción del estado-espacio de las vivencias. Nuestra ignorancia es más insidiosa aún, porque no está explícitamente representada en nuestro esquema conceptual. Desde dentro, el que sueña comprende poco de la naturaleza de un sueño, incluso en los poco frecuentes momentos de "sueño lúcido"; y me temo que esto también puede suceder en la conciencia despierta corriente. Desgraciadamente, la única manera de aprehender, aunque sólo sea parcialmente, la índole de estados radicalmente alterados es mediante una investigación en propia persona, es decir, instanciando los sustratos neuroquímicos de los estados en cuestión. Si se es ingenuo en cuanto a drogas, se puede leer con provecho sobre ellas. Veamos la (manifiestamente) insignificante diferencia entre las signaturas de expresión genética de las neuronas transmisoras de colores o de sonidos extraordinarios. ¿Quién sabe a qué otras categorías de experiencias abrirán las puertas otras variaciones bimoleculares "insignificantes", sin hablar de los cambios neuroquímicos más radicales? En los últimos años, los ingenuos respecto a drogas han escrito miles de artículos y libros académicos de filosofía sobre el estado de la conciencia. Los investigadores sobre la psicodelia se preocupan porque muchos de ellos evocan el escolaticismo aristoteliano, siendo así que lo que nos falta es una ciencia experimental galileana sobre la conciencia. Tal vez lo más próximo a un héroe intelectual es el químico de psicodélicos Alexander Shulgin, cuya metodología pionera se describe en su libro PiHKAL. Por desgracia, Shulgin no ocupa ningún lugar prominente en el panteón de los transhumanistas.
Vale la pena destacar que la vía psicodélica no es un pasaporte rápido hacia la felicidad o la sabiduría. Si se toma, por ejemplo, el agonista opioideo kappa Salvinorin A que se encuentra en la Salvia divinorum, fácilmente se podrá tener una pesadilla del despertar. Y esta vivencia fácilmente puede ser ininteligible, en vez de ser iluminadora. Incluso en una sociedad de videntes con un esquema conceptual rico basado en lo visual, una persona congénitamente ciega, que por cirugía reciba el regalo de la vista, tardará años en dominar el alfabetismo visual. Así pues, podrán transcurrir milenios hasta que lleguemos a comprender las implicaciones de los estados radicalmente alterados. Me aventuro a decir que la comprensión tardará millones de años, o más aún. Sea como fuere, nuestros descendientes podrán ser no sólo superinteligentes sino también supersintientes, dotados de la capacidad de cambiar entre una multitud de diferentes modos de conciencia, cuyo único ingrediente común es la signatura molecular de la felicidad. El dominio posthumano de los circuitos de gratificación les permitirá explorar con seguridad los agentes psicodélicos de una forma que los seres humanos no se atreven a usar. Sí, para nosotros es prudente ir a lo seguro; pero, como consecuencia de ello, nuestra conciencia puede ser comparativamente superficial y unidireccional. La mía lo es hoy.
h+: Los seres humanos tienen violentos instintos predatorios cableados en el centro del placer-gratificación, que ya no son útiles para la civilización. Reprimimos esos instintos mediante el condicionamiento del comportamiento, pero en las personas mentalmente inestables se siguen manifestando en forma de patologías. ¿Apoyaría Usted una modificación genética proactiva, para eliminar esos instintos predatorios y hacer que los humanos sean más dóciles?
Me parece moralmente admirable una modificación proactiva de los genes destinada a enriquecer nuestra capacidad para la empatía. "Dóciles" es una palabra cargada; si en cambio hubiera dicho "pacíficos", estaría de acuerdo. En una era de armas de destrucción masiva y bioterrorismo, la supervivencia humana incluso puede depender de ello. Hasta que los humanos no hayan establecido bases autosuficientes fuera de la tierra, más allá de la luna y de Marte, la extinción de la vida inteligente es una posibilidad que no se puede descartar. El Astrónomo Real Británico, Martin Rees, calcula que la probabilidad de extinción de la raza humana antes del año 2100 es de aproximadamente el 50% (!). Porque los criminales violentos o los enfermos mentales no son los únicos predadores: entre ellos hay "estadistas" con altos cargos de poder político y militar. Se ha identificado la fuente genética de la mayor parte de los comportamientos humanos predatorios: es el cromosoma Y. Sin embargo, éste es un factor de riesgo con el que probablemente deberemos convivir durante mucho tiempo. La conducta del macho alfa competitivo es tal vez la mayor amenaza subyacente para lo que llamamos civilización. La historia de la humanidad hasta el presente confirma los efectos horripilantes del comportamiento de los machos inducido por la testosterona. La socialización, por sí misma, parece que es insuficiente. Los escenarios de modificación genética pro-social podrán funcionar o no; pero no son puramente teóricos. La humanidad está a las puertas de una revolución reproductiva. Antes de que transcurran muchas décadas, cada vez más padres en perspectiva elegirán las especificaciones de diseño genético de sus futuros hijos mediante el diagnóstico previo a la implantación. Si no existe un marco reglamentario, debemos confiar en que la mayoría de los padres elegirán genotipos de niños afectuosos y empáticos, y que rechazarán los alelos "sociopáticos", es decir, la variante del "gen del guerrero" menos activa de la monoamina oxidasa A, que se asocia a los comportamientos antisociales y violentos. Muchos de nuestros alelos y combinaciones de alelos más asquerosos proceden de la selección en el medio ambiente ancestral. Hoy pueden ejercer una influencia potencialmente catastrófica. A riesgo de sonar como algunos rudimentarios genético-deterministas, diré que finalmente podrá ser posible borrar parte de nuestro código genético más siniestro y fortalecer la expresión de lo prosocial. Un ejemplo de ello es la oxitocina, la "hormona de la confianza"; recientemente se ha demostrado que es liberada en cantidad cuando se toma MDMA. El enriquecimiento a largo plazo de la función oxitocina podrá conducir a que seamos más honestos unos con otros; no sólo que confiemos más, sino que seamos más dignos de confianza. Desgraciadamente, una amplificación indiscriminada de la función oxitocina solamente podría funcionar si es universal: su utilización sería un potente instrumento de control social y una herramienta ideal para los predadores. Hoy en día, por desgracia, tenemos con frecuencia motivos fundados para recelar de los gobiernos y de los demás. Entonces diré que sí, que las terapias genéticas y drogas prosociales tienen muchos riesgos. Pero de alguna manera tenemos que abrirnos camino para convertirnos en civilizados.
h+: Las vías del placer están cargadas de comportamientos de alto riesgo/recompensa. A medida que disminuya el sufrimiento, este instinto de riesgo/recompensa es menos motivador, por lo que los seres humanos, progresivamente, serán menos propensos a asumir grandes riesgos para cosechar grandes recompensas. No sé si éste será un cambio positivo de la conducta humana, y si con ello no perderíamos algo singularmente aventurero e impulsivo del espíritu humano.
Vivimos en una era en la que la tecnología avanzada plantea riesgos existenciales y de catástrofes globales. Cualquier intervención que conlleve la esperanza de reducir nuestra propensión a asumir riesgos debe ser evaluada con seriedad. Como verá, sin embargo, existen riesgos más sutiles para el futuro de la humanidad que los escenarios apocalípticos que debaten futuristas muy conocidos. Alguna clase de ingeniería paradisíaca chapucera puede dejar atrapada a la humanidad en una utopía de segunda clase del tipo que Usted describe. Un mundo estancado de satisfacción tipo soma es algo muy distinto de un mundo animado por gradientes de felicidad heredables. Sin embargo, los decisores políticos harán bien en examinar cualquier escenario concebible en el que la vida (de cierta manera) pueda "fallar" cuando ya no sea fisiológicamente factible la señal tradicional (es decir, el sufrimiento) de que "algo falla". Una ética neobudista o utilitaria negativa insinúa que cualquier mundo sin dolor sería muchísimo mejor que los horrores actuales. Pero supongamos que somos más ambiciosos. ¿Cómo puede la humanidad precaverse, para no crear involuntariamente algún otro tipo de Un Mundo Feliz que impida la plena expresión de la vida en el universo?
Una respuesta posible es que la medicina postgenómica nos permitirá ajustar no sólo nuestro punto de referencia normal de felicidad, sino también nuestro punto de referencia de audacia. Así, el reforzamiento dopaminérgico y opioide puede ser placentero, pero la amplificación de la función dopamina mesolímbica conduce a un comportamiento más exploratorio, mientras que el realce a largo plazo de sólo la función opioide mu conduce a una mayor inactividad. Logrando el pleno control de nuestros circuitos de gratificación podremos elegir qué clase de persona queremos ser, por ejemplo, un extrovertido aventurero o un introvertido reflexivo. Si siempre se ha querido ser un aventurero de proporciones heroicas, la opción de "tweaking" (comportamiento repetitivo) del propio genoma puede hacer que el estado mental natural sea el de una exuberancia llena de vida. En cambio, si alguien siempre se ha sentido acosado por la ansiedad, le parecerá más atractiva una vida de placer contemplativo. No estoy del todo satisfecho con esta respuesta, porque no está claro que se pueda diferenciar adecuadamente la "audacia" de la "temeridad". Simplemente digo que no se debe obligar a nadie a padecer, como ahora, por el bien de algo abstracto como "el espíritu humano".
h+: Existe un viejo dicho de que Utopía nunca se podrá alcanzar porque, independientemente de la perfección de las cosas, la gente siempre encontrará de lo que quejarse. ¿Cómo modificaremos el comportamiento humano para reducir el número de los que se quejan?
Se puede decir que la gente descontenta ha sido el motor del desarrollo humano. Este es un motivo por el que será conveniente recalibrar nuestra tendencia a la estabilidad hedónica, en vez de desarmarla por completo. Cuando disfrutemos de gradientes de felicidad vitalicia, los análogos funcionales del descontento podrán impulsar el progreso (post)humano. Tal vez librarse del sufrimiento no sea la culminación de la civilización, sólo el comienzo.
David Pearce
Septiembre de 2009
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